sábado, 27 de agosto de 2011

Inseguridad Uruguay


Oídos sordos
Los uruguayos que son víctimas de delitos se enfrentan a ven que sus denuncias, demasiado a menudo, no llegan a ninguna parte. Eso genera desazón y desconfianza que no alivian la sensación térmica de inseguridad.


Fabián Muro

Ya le habían robado dos veces pero no había hecho ninguna denuncia. La tercera vez sí. Llegaba del trabajo, se estaba bajando del auto cuando dos personas se le acercaron y lo encañonaron; uno le puso el arma en la nuca. Adentro, una de sus hijas estaba en pleno pijama-party, con seis amigas. Todos al piso. "Duró más o menos unos 15 minutos, es complicado evaluar en esos momentos. Tengo la impresión de que cuando vieron tanta gente en casa, se asustaron o decidieron tomar precauciones e irse lo más rápido posible", cuenta Enrique.

Llamó a su seccional y le enviaron un móvil, que llegó más o menos una hora después. Tomaron declaraciones y se fueron. Pero Enrique ubicó a su auto -los copadores también se lo habían llevado- cerca de su casa. "Se les había apagado y como tiene un dispositivo especial, no lo pudieron hacer arrancar. Me dijeron que no lo tocara, que vendría la Técnica. Esperé tres horas. Luego me llevé el auto a casa. Supongo que si hubiesen venido, podrían haber tomado huellas dactilares", dice.

José, sin embargo recuerda cuando se quedó sin buena parte de los artículos más caros de su hogar, hace seis años. Llegaron dos policías, anotaron lo que había que anotar en un cuaderno y se fueron. "Antes de irse nos dijeron que como nos habían robado joyas, teníamos que hacer la denuncia en Jefatura", dice. "Era un procedimiento especial, donde un dibujante iba bosquejando la pieza de acuerdo a la descripción. Nunca recuperamos nada, claro".

Mario, en tanto, relata sobre la vez que él y su esposa fueron hasta la Seccional 7° para denunciar un robo en la iglesia a la que van y con la que colaboran. El trámite duró unos 10 minutos: lo que le llevó al agente que los recibió escribir los datos en un cuaderno. Y no volvieron a escuchar nada más sobre el caso.

DEL CUADERNO AL TECLADO. Estos son tan solo algunos de los testimonios pero es seguro que muchos tienen cosas para contar no solo de haber sido víctimas de robos, sino también de las complicaciones cuando quisieron denunciarlo. Desde hace años, las víctimas de delitos recurren a la Policía casi por defecto pero sin esperanzas de que su denuncia lleve a una solución. "La verdad es que solo hice la denuncia cuando fue algo muy grande", dice María. "A casa ya entraron siete veces a robar y llamé dos veces. Nunca recuperé nada".

Así, las denuncias parecerían solo servir para formar parte de las estadísticas. Y pocos datos estadísticos son tan polémicos como los que tratan sobre seguridad pública. El doctor en Sociología y docente de Derecho, Luis Eduardo Morás, cita en su estudio La inseguridad tan temida a uno de los sociólogos más reconocidos del mundo, el inglés Anthony Giddens, quien afirma que "las estadísticas sobre el crimen y la delincuencia son probablemente las menos fiables de todas las cifras publicadas sobre cuestiones sociales". Hacer la denuncia, entonces, no sirve ni para aportar un dato a la sensación térmica.

El 14 de agosto El Observador publicó la historia de un hombre al que le fue hurtado su celular. Como el aparato tenía sistema de localización (GPS), el dueño fue a hacer la denuncia y pudo darle a la Policía la ubicación exacta del teléfono. El denunciante se rindió tres meses después de iniciar el trámite. Cada vez que aportaba un dato nuevo sobre la ubicación del celular, la Policía ampliaba la denuncia en un cuaderno. Pero ni la fuerza policial ni la Justicia -el hombre también acudió al juzgado- pudieron devolverle el aparato.

Tal como ocurrió en ese caso, Néstor contó a Qué Pasa que en 2006 pudo proporcionarle datos a los investigadores que solucionaran su caso. El 20 de abril le habían prácticamente desvalijado la casa. "Aporté todos los datos porque sabía quién había sido", dice. "Hasta llevé pedazos de vidrio con huellas dactilares. Como no me llamaban, tuve que encargarme yo de insistir, hacer el seguimiento del caso. Llamé muchas veces a la comisaría". No hubo caso. "Todo quedó en la nada", dice.

Hay excepciones. De todos los consultados para esta nota, solo María, la misma que sufrió siete hurtos en su domicilio y nunca recuperó nada, dio un testimonio sobre la eficacia policial para resolver su denuncia. Había abierto un comercio, una tienda de vestimenta y accesorios. Atendía a puerta cerrada, pero aún así le abrió a quien luego la ataría a ella y a su hija. "Se llevó casi todo. Entre lo que se llevó había unos accesorios que tenían el logo de la tienda. Nunca esperé que me llamaran. Pero un mes después, un policía que recorría la feria de Tristán Narvaja vio el logo, se acordó y llevó preso al que estaba atendiendo el puesto. Fui hasta la comisaría y lo reconocí enseguida. Le dieron seis años".

La cantidad de denuncias resueltas oscila, desde hace varios años, entre 20% y 40%, según el balance que entregó el gobierno de Tabaré Vázquez. La cantidad de denuncias aclaradas fue de 40.450 (de un total de 168.602) en 2005 a 49.750 (de 170.000) en 2009. Eso significa un aumento de 3% de denuncias aclaradas.

El Ministerio del Interior no proporcionó, al cierre de esta edición, las cifras actualizadas, ni concretó las entrevistas solicitadas con jerarcas policiales y del ministerio para que éstos pudieran ofrecer su visión. Desde ese ministerio se alegó que no se quería tener que aclarar "otro error de tipeo", como el ocurrido cuando se informó equivocadamente a la opinión pública sobre el número de procesados, el 15 de agosto.

Más allá de la tendencia registrada y expuesta en el documento de balance del gobierno anterior, el 7 de julio la empresa Factum divulgó una encuesta en la que, de acuerdo a un índice de confianza que la propia encuestadora elabora, la Policía ocupa el tercer lugar en el ranking de instituciones confiables atrás de los bancos y el Parlamento.

Aún así, la confianza en la capacidad de la Policía dista de satisfacer a una importante parte de la opinión pública.

En abril, el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, le dijo a los medios de comunicación que había recibido "innumerables" denuncias de vecinos que desconfiaban de las seccionales policiales y su gestión. Bonomi agregó que esas denuncias eran "en su mayoría" ciertas. En una nota para Subrayado, el ministro reconoció, también, que era un problema que las denuncias le fueran realizadas a él y no a la Policía.

Robert Parrado, quien fuera policía durante décadas pero ahora trabaja en el sector privado, recuerda la creación del 0800-5000 implementado durante la gestión de Guillermo Stirling. "Ahí se dejaban denuncias, quejas y hasta agradecimientos. Eso tiene la ventaja de que hay un registro, queda un archivo", dice.

Si bien le parece un avance incorporar tecnología, no desdeña del papel. Cada sistema tiene sus pros y contras, dice. "Cuando el comisario empieza la jornada, recibe el cuaderno y ahí tiene un repaso de todo lo que ocurrió durante su ausencia". Eso, agrega el consultor, mantiene al jerarca actualizado e informado. No solo el comisario lee o leía el cuaderno. También los mandos inferiores. "Leían todo lo que quedaba escrito, lo que ayuda al seguimiento del caso y a estar al día", dice.

Cuando se empieza a informatizar, son menos las personas que acceden a esa información, porque no todos están capacitados para utilizar la tecnología. Y los actores que toman contacto con los datos son menos que antes. "Ahí hay un debe", dice Parrado. "Es necesario contar con más recursos humanos, que puedan estar en contacto con la información disponible".

De las medidas que tome el Ministerio del Interior y Jefatura dependerá que buena parte de la ciudadanía recupere algo de la confianza perdida en los uniformados. Será complicado. "Pocas cosas cambian en la Policía", dice el presidente del Sindicato de Policías del Uruguay (SUPU), Luis Clavijo.

Peripecia de víctimas
Existe un Centro de Atención a la Víctima que funciona en la órbita del Ministerio del Interior. El psicólogo y ex policía Robert Parrado se pregunta: "¿Qué pasa en los casos en los cuales hay algún agente involucrado, por ejemplo en relación a violencia doméstica?"

Mirada académica
En 2007, el hoy ministro de Economía Fernando Lorenzo co-escribió un estudio titulado Crimen y violencia, donde junto a Marcelo Perera y Diego Aboal, analizaba el impacto de la delincuencia, al tiempo que se destacaba especialmente los desafíos que plantean las denuncias: "Determinados cambios en los procedimientos policiales o en la percepción de la población acerca del trabajo policial puede inducir una mayor tasa de denuncia, y por lo tanto, lo que en los hechos es una disminución del sub-registro puede interpretarse como un aumento de la delincuencia según las estadísticas". El equipo académico también concluye que "tanto la desigualdad del ingreso como la proporción de hogares (sin integrantes ocupados) resultaron significativas como explicativas de la tasa de rapiñas". Además, los autores no encontraron evidencia de que este tipo de delitos (los hurtos y las rapiñas) "reaccione a la disuasión por parte de la policía tanto si se mide por la tasa de remitidos como si se mide por tasa de denuncias aclaradas".

Lo que sí daría un efecto positivo para reducir tanto los hurtos como las rapiñas sería, por ejemplo, "una mayor presencia policial en lugares públicos".

En mi opinion no se ya que mas decir de todo esto se que la inseguridad viene de tiempos anteriores. Pero que estan haciendo hoy para mejorar el presente y el futuro?

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